Toda Ceremonia Japonesa del té (Cha no yu), implica un conjunto de cosas muy sencillas y al mismo tiempo cada vez más difíciles de sostener en los tiempos que corren.
El Cha no yu , literalmente: «agua caliente para el té» conlleva preparar un té con agua caliente, poniendo todo el amor y la atención en lo que estamos haciendo; siendo cuidadosos en la purificación de los utensilios, reverentes y atentos con los invitados, armoniosos con nuestros gestos y movimientos… todo ello con el fin de lograr un clima de paz y sosiego, que impregne el momento de la Ceremonia y se asiente en nosotros para lo que después debamos abordar.
Por eso, todo Cha no yu requiere de un estado de calma y equilibrio interior por parte de la anfitriona, que permita el traslado de todo ello en la preparación del té y en lo que transmitimos a cada uno de nuestros invitados.
Personalmente lo percibo como una delicada danza, muy lenta y armoniosa, heredera de los gestos del teatro del «nō», en la que apenas se formulan unas breves frases ceremoniales, y los sonidos devienen de lo que ocurre a nuestro alrededor: el agua al ser calentada y depositada en el chawan, el matcha batido con el chasen, la propia ingesta de la bebida del jade líquido y el sorbo final… En ocasiones hasta una suave música lejana.
Mientras, es un regalo y una oportunidad utilizar la propia mirada para observar lo que ocurre ante nosotros, y a continuación la mirada interna esa que permite abandonarnos a nuestra respiración y nuestro pulso, estando atentos a cómo hemos llegado y cómo nos vamos a marchar.