A Myoan Eisai, maestro zen fundador de la secta Rinzai del budismo zen, se le atribuye la introducción del té en Japón. Este monje, viajó a la lejana China donde observó que las gentes, gracias al consumo de té y a sus propiedades medicinales, disfrutaban de una vida larga y saludable, así que que llevó semillas del té a Japón, y trabajó profusamente en la difusión de la cultura del té, animando a los nipones a incluirlo en su ingesta cotidiana.
En 1211 escribió el primer libro sobre té en el país del sol naciente: Kissa Yojoki, literalmente: Beber té para la salud. Comenzaba diciendo lo siguiente:
“El té es el remedio mental y médico definitivo y tiene la capacidad de hacer la vida de uno más plena y completa”
Y es que el té va de la mano de un camino, el Camino del té ò Chado, que se inicia en la taza de té que tomas en cada ocasión, que hace que te remontes a los orígenes de la Camellia sinensis; que pasa por múltiples procesos y sub-procesos, y que llega a convertirse en tu diario aliado, fundiéndose con tu actividad cotidiana y con la forma de abordarla, dando valor a lo qué haces y a cómo lo haces, haciendo de cada momento algo precioso y especial: Ichi go Ichi e, (una vez, un encuentro).