La calma, (寂 Jaku), es el último de los cuatro principios asentados por Sen no Rikyu en el siglo XVI, base del Cha no yu.
El objetivo de toda ceremonia japonesa del té es alcanzar la paz y la tranquilidad de espíritu; con uno mismo, con los que nos acompañan en el ritual, y con el universo; la calma interior que permite que estemos en paz con lo que nos rodea.
Desprendimiento y desapego
Jaku, para los japoneses supone un estado de desarrollo personal en lo cotidiano, a través del cual se alcanza cierto nivel de desprendimiento y desapego de lo accesorio. Mientras que por un lado representa el objetivo final, por otro viene a ser un nuevo principio ante el que posicionarse cada día.
Un verdadero maestro llega a alcanzar este nivel más alto y a continuación, poniendo en práctica los ideales de armonía, respeto y pureza, comienza de nuevo con un corazón limpio y dispuesto. De modo que puedan hacerse realidad las ilimitadas posibilidades de la vida, satisfaciendo la necesidad humana de adquirir tranquilidad interior.
Atemperar el corazón y calmar el espíritu
Si nos remontamos a la historia, es significativo cómo los antiguos samuráis participaban en un cha no yu al iniciar la batalla, para atemperar el corazón, y al acabar para calmar el espíritu. En lo material, el gesto de Jaku del guerrero se hacía visible al dejar sus armas a la entrada del recinto (cha shitsu) y sentarse para conversar con los presentes. Cuando se le servía el tazón de té, lo tomaba con ambas manos, admiraba su textura, y bebía tres sorbos. Hoy día, la sencillez que conlleva este principio permite el que podamos encontrar “paz en una taza de té”.