La última Ceremonia Japonesa, como cada una de ellas, estuvo plena de significado. Un diminuto Haiku de Benedetti nos introdujo:
si me enternezco
dejaré de ser justo
pero que importa
No deja de sorprenderme ese relato de lo cotidiano, que florece en cada Cha no yu, pausado, suave, y que deja una sutil huella que te deposita en el equilibrio a través de cierta paz mental: te hace aflojar la lengua, relajar los hombros, prestar atención a la respiración, distendir los sentimientos, reducir las expectativas… lo que el Zen explica como quitar el foco del resultado y concentrarlo en cada etapa del proceso.
Esa práctica continuada de organizar, ordenar, y limpiar todos y cada uno de los objetos de la Ceremonia. La preparación del té matcha para cada invitado, el regalo de los gestos herencia del teatro «No»… puro arte si se aprecia con la mirada de la inocencia y que, realizado una y otra vez define todos y cada uno de los movimientos en el camino del «satori», la iluminación en el budismo zen.
Satori es el momento en que se descubre que solo existe el presente (donde nace el pasado y el futuro), creándose y disolviéndose en el mismo instante; con lo que la experiencia aclara que el tiempo es solo un concepto, que el pasado y el futuro son una ilusión al igual que todo el mundo físico.
Leí en alguna ocasión algo que afirmaba:»Cuando amas lo que haces, lo practicas asiduamente y ello forma parte de tu vida, logras ser realmente bueno en eso, ello te convierte en un artista». Artista o no, es hermoso y gratificante oficiar cada nueva Ceremonia.