El lenguaje silencioso de la estación
Cada estación trae consigo una fragancia única, un susurro distinto, un gesto de la naturaleza que acogemos con atención y respeto. Cuando en una Ceremonia de té nos planteamos hacer un acompañamiento floral, pensamos en algo sencillo y específicamente ideado para la ocasión, algo alineado con lo que los japoneses denominan: chabana –arreglo floral que se coloca en la sala de té (chashitsu)-. Lo que no debe confundirse con ikebana, que es el arte floral más formal y estilizado.
Por su parte la chabana es sobre todo: simple, natural y estacional, una expresión viva del momento presente. Siguiendo la antigua tradición japonesa vinculada a la ceremonia del té, tanto para la más formal (Chanoyu), como para el Sencha-do, seleccionamos flores frescas, locales y perecederas, que recuerdan y reflejan además de la estación, el espíritu efímero de la belleza.
Chabana: donde habita el wabi-sabi
El arte floral que practicamos en Catacata se enraíza en la estética del wabi-sabi: la belleza de lo sencillo, lo imperfecto, lo que está en tránsito. Una rama cuajada de florecillas sobre una base de madera puede conmover más que un jardín entero. Esa es la esencia que tratamos de transmitir en cada chabana que acompaña nuestras experiencias de té.
Nos alejamos intencionadamente del ikebana más ornamental para abrazar la naturalidad y lo no elaborado. La rama curvada, la flor silvestre que comienza a marchitarse, el brote apenas abierto… Cada elección es deliberada. Aceptamos lo que la naturaleza ofrece sin intentar corregirlo. Cada flor se convierte en una metáfora. Porque en la práctica del té, lo estacional no es decoración, es contemplación. Y es que … en ese gesto hay una enseñanza que va más allá de lo estético: el reconocimiento de que todo está en constante cambio. Y que eso también es hermoso y valioso.
Una flor, una taza, un instante único
Cuando recibimos a nuestros invitados, cada detalle está cuidado para invocar una experiencia que va más allá del gusto. El arreglo floral que les da la bienvenida no es un adorno: es un diálogo silencioso con el té que van a beber, con el aire que respiran, con el tiempo que comparten. Es una pausa.
En Japón, se dice que ichigo ichie (一期一会) —“una vez, un encuentro», o «un encuentro una oportunidad”— resume el alma del té. Lo mismo ocurre con nuestros arreglos florales: están hoy, pero mañana no. No se repiten. No se congelan en el tiempo. Son como el vapor de una taza recién servida: efímeros, intensos, reales.
Y así, logramos que, la chabana se convierta en una forma de atención plena. De conexión con lo que es. De homenaje a lo que se va. Y, sobre todo, de gratitud por compartir el ahora.







