El té me lleva
A veces a rincones insólitos.
A veces hacia dentro.
Siempre a casa.
Estoy en Nueva York. No por primera vez (¡es la cuarta!), así que ya no corro detrás de rascacielos, ni de donuts gigantes. Esta vez he venido a lo mío: seguir las huellas del té y de los espacios de calma y atención plena: Té y Mindfulness ¿qué más se puede pedir?
Con la taza como brújula
De manera que empiezo mi recorrido rastreando casas de té en Manhattan, con el radar encendido y el corazón un poco desbordado, cuando me topo con una sincronía perfecta: un workshop de cócteles con té.
¿El nombre? CAT. Acrónimo de: Coffee Alcohol Téa. Si Jung me viera..
Mal escrito y absolutamente perfecto.
Y allá me lancé a probar…

Después, vagabundeo… sin perderme; hasta dar con el mayor Centro de estudios Budistas de Nueva York, aparentemente cerrado pero con un disimulada entrada con acceso al templo budista (absolutamente chino en el corazón de Chinatown), en un espacio habilitado para el rezo; en silencio, rodeada de incienso, de dorados, de ojos cerrados.
Las formas de un templo
Un templo puede tener muchas formas
A veces es un lugar con velas encendidas, aromas, mantras suaves flotando en el aire y una imagen que te mira en silencio.
Otras veces, es simplemente una burbuja.
una presencia.
y tu respiración consciente.
Un templo puede ser ese instante que te regalas para estar contigo, para sostener lo que duele, o para dedicarle una pausa amorosa y presente a quien ya no está, pero sigue en tu cabeza y en tu corazón.
No hace falta más que el propósito.
El latido.
Y el silencio que abraza.








