La Ceremonia japonesa del té, conocida como: Cha-no-yu, literalmente: “agua caliente para el té”, es un acto íntimo que se realiza con un pequeño grupo de invitados en un entorno tranquilo y acogedor. La Ceremonia puede ser muy larga y durar hasta 6 horas, (e incluir la comida); o ser más corta, (entre hora, hora y media), y no incluirla.
Existe un protocolo muy marcado de cómo debe hacerse un Cha-no-yu; en este sentido, la atención a los pequeños detalles es fundamental, un ejemplo del minimalismo japonés trasladado a un ritual que tiene por objeto: mejorar las relaciones humanas, hacer la vida cotidiana más agradable, tener buenas maneras, cultivar el gusto refinado y trabajar en ser una persona honesta y sin miedo. Los japoneses lo recogen en el culto a los cuatro principios básicos: Pureza, Armonía, Reverencia, Calma.
El Camino del Té: Sado ó Chado (según la Escuela) marca un recorrido hacia la Iluminación mediante la práctica de esta disciplina.
El estado del alma que se persigue se conoce como Wabi-sabi, donde la belleza del mundo físico refleja el fluir de la vida en el mundo espiritual, poniendo atención en lo modesto, lo rústico, lo imperfecto, en definitiva en la impermanencia de las cosas.
Experiencia de meditación activa
Con eso y con todo, las diferentes escuelas ponen el acento en una u otra cosa. Después de leer mucho y escuchar otro tanto.; De practicar varias formas de meditación, lo que más me llega y sigue manteniéndose, es la importancia del sentir que trasladaba una de mis maestras: Noriko Tero, en el ejercicio de calma y serenidad que suponía una Ceremonia.
Resultando en la práctica, una experiencia de meditación activa, enfocada a vivir en armonía con los cambios. Quizá las transformaciones más evidentes sean las generadas por las estaciones, pero hay otras mutaciones, las internas, que se expresan en nuestro estar y que poco a poco transforman nuestro ser, y es desde la práctica de cada Cha-no-yu cómo poco a poco, voy componiendo mi propia armonía.