¿De dónde viene el té negro?
No, no viene de Inglaterra, es decir sí, en la medida en que los ingleses desde hace 4 siglos impulsaron el comercio y consumo de este tipo de té. Pero si hablamos de los lugares de producción nos trasladamos a: India, Sri Lanka, y China.
En el siglo XVII, un cargamento de té verde procedente de China con dirección a Inglaterra estuvo navegando durante meses. El té verde contenido en las bodegas, con el calor, el sol y la humedad se oxidó generando un té “negro”. Lo que surgió de manera accidental, supuso el comienzo del éxito de una de las bebidas más consumidas del mundo.
Cómo hacer té negro
Para hacer té negro, una vez recolectada, la hoja de té se esparce en parrillas que se airean al sol entre 18 y 24 horas, las hojas pierden humedad para después ser enrolladas y retorcidas y así romper las paredes celulares y acelerar la oxidación de las catequinas (justo todo lo contrario de lo que se hace al fabricar té verde), resultando componentes complejos denominados teorubígenos y teoflavinas responsables del color, aroma y sabor del té negro. Al final del proceso se detiene la oxidación y se somete a un proceso de secado.
El té negro es un té con cuerpo, de sabor intenso, cuyo tamaño de las hojas determina su graduación, así podemos encontrar hojas enteras, rotas, en trocitos, molidas…
Beneficios para la salud del té negro
Un estudio inglés indicó que 3 tazas diarias de té negro podría reducir el riesgo de accidente cardiovascular en un 11%, y mejorar el estado de nuestro sistema circulatorio. Este efecto se debe principalmente a los antioxidantes, que al igual que el té verde pero en menor cantidad, se encuentran también en este té.
Las catequinas del té negro hacen de esta bebida un buen “quemagrasas”, ideal para la pérdida de peso.
También se recomienda ante infecciones digestivas, casos de hepatitis, y para prevenir la caries. Además de ser el té con mayor índice de cafeína, lo que le hace muy recomendable para combatir el cansancio, y mantenernos activos.