Toda Ceremonia japonesa del té que se precie va acompañada de un dulce típicamente japonés, lo que se conoce como wagashi. Son pequeños, se ingieren en uno, dos ó tres bocados máximo, y resultan muy dulces, lo que favorece el contraste con el característico sabor del té matcha que normalmente se toma a continuación.
Los ingredientes
Los mas típicos wagashi se elaboran a partir de mochi (pasta de arroz glutinoso), y/o anko (pasta endulzada de judías rojas –azuki-), fruta y frutos secos.
Una de las claves es que los ingredientes sean naturales, principalmente vegetales, habiendo toda una tradición en su elaboración que diferencia los dulces propios de cada estación.
El origen
A principios del siglo XII, con la introducción del té en el país del sol naciente, y la costumbre de acompañarlo con un dulce, mejoró mucho la confitería en Japón.
Dos siglos mas tarde un personaje de origen chino: Rin Jōin, conocedor de que los monjes zen no consumían carne, elabora unos dulces a base de pasta de judías rojas endulzado con sirope de madreselva (entonces el azúcar era muy caro) que causaron furor en la corte imperial y serán el origen de los actuales wagashi.
Durante la Era Edo, se impulsa la producción de azúcar de caña en Okinawa, lo que facilita la elaboración de los dulces. Con el tiempo el wagashi se convierte en un regalo popular entre samuráis. Servido como parte del cha no yu (ceremonia japonesa del té), un buen wagashi de temporada demostraba la educación del anfitrión.
Hoy día existen infinidad de wagashi, de múltiples formas y colores. Se clasifican según el método de producción y su contenido en humedad. El que hoy os presentamos es un tipo de Han namagashi (semihúmedo), con un 10 – 30% de humedad. A base de azuki y nueces, el primero fait maison de catacata, exquisito.