Del Matcha al Sencha. Transformación de la Ceremonia Japonesa del Té

Dos caminos, un espíritu: el nacimiento del Sencha Do

A medida que el período Edo (1603-1868) se acercaba a su fin, la sociedad japonesa experimentaba transformaciones profundas que impactarían incluso en la forma de preparar y apreciar el té.

Durante siglos, el Chanoyu —la ceremonia del té matcha— había reinado como expresión suprema de la cultura del té en Japón, especialmente entre los samuráis retirados que practicaban el inkyo. Sin embargo, en las últimas décadas del shogunato Tokugawa, un nuevo protagonista emergió silenciosamente: el Sencha Do, la ceremonia del sencha.

el Sencha Do surgió como una respuesta natural a las circunstancias cambiantes. La clase comerciante próspera (chōnin), que había acumulado riqueza pero carecía del estatus social de los samuráis, buscaba sus propias formas de expresión cultural. Muchos comerciantes exitosos también practicaban el inkyo retirándose de sus negocios activos para dedicarse a actividades artísticas y espirituales, pero no siempre tenían acceso a los círculos exclusivos del Chanoyu tradicional.

El sencha —té verde en hojas infusionado — ofrecía una alternativa fascinante. A diferencia del matcha, que era pulverizado y batido en un ritual de gestos codificados, el sencha permitía apreciar la belleza natural de las hojas desplegándose, los aromas emergiendo gradualmente y un sabor más fresco y menos astringente. Para el paladar experimentado, cada té representa y sigue representando un universo sensorial diferente: el matcha con su intensidad umami y notas vegetales profundas; el sencha con su delicadeza floral, dulzor natural y refrescante vivacidad.

Estética y filosofía: El Sencha Do como expresión de una nueva era

La revolución no estaba únicamente en la hoja de té, sino en toda la filosofía que la acompañaba. Si el Chanoyu tradicional había florecido bajo los auspicios del budismo zen, enfatizando la austeridad y la renuncia ejemplificadas en el wabi-sabi, el Sencha Do, se nutrió de nuevas corrientes intelectuales, particularmente del neoconfucionismo y los estudios nacionales (kokugaku).

Los espacios para el Sencha Do, reflejaban esta diferencia fundamental. Mientras que las salas de té tradicionales (chashitsu) para el matcha eran deliberadamente austeras y fomentaban la humildad, los salones para Sencha Do, eran más luminosos y abiertos. La luz natural realzaba el color verdoso de la infusión en las delicadas tazas, y los utensilios que acompañaban eran refinados sin ser pretenciosos.

La estética del Sencha Do, se alineaba perfectamente con el espíritu de los intelectuales y los comerciantes ilustrados del final del período Edo. La transparencia del agua, la claridad de la infusión y la precisión en la temperatura eran metáforas visuales del pensamiento racional que comenzaba a fluir desde China y, posteriormente, desde Occidente.

Para estos hombres en inkyo, algunos de ellos antiguos comerciantes que habían pasado décadas comprando y vendiendo mercancías, el Sencha Do, ofrecía un refugio contemplativo donde el valor ya no se medía en monedas, sino en la capacidad de discernir las sutilezas de la ceremonia, o en la habilidad para intercambiar saberes en torno al té.

Hacia la modernidad: El Sencha Do en la transición Meiji

Cuando a finales del período Edo Japón inicia su apertura (hacia 1853), el Sencha Do ya había establecido sus propias escuelas y linajes. La Restauración Meiji de 1868 aceleró cambios que ya estaban en marcha, y la ceremonia del té no fue inmune a esta transformación.

Paradójicamente, mientras Japón se occidentalizaba rápidamente, tanto el Chanoyu como el Sencha Do adquirieron nuevos significados como símbolos de la identidad cultural japonesa. El gobierno Meiji, consciente de la necesidad de presentar a Japón como una nación con una cultura refinada pero también moderna, encontró en el Sencha Do un perfecto embajador cultural: arraigado en la tradición pero compatible con las sensibilidades contemporáneas.

Los maestros adaptaron sus prácticas al ritmo acelerado de la era Meiji. Los utensilios se volvieron más prácticos, las ceremonias más accesibles para los extranjeros y las nuevas clases profesionales. Incluso la producción de té cambió, con técnicas mejoradas de procesamiento y conservación que permitían mantener la frescura del sencha durante períodos más largos.

Para aquellos que continuaban practicando el inkyo —ahora transformado en una forma de jubilación más secular—, el Sencha Do ofrecía una práctica contemplativa más accesible que permitió que más personas encontraran en la ceremonia del té una isla de calma en medio de la turbulenta modernización.

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