Hay expresiones que resultan difíciles de traducir, porque llevan en sí todo un mundo. Una de ellas es Pin Cha. En chino, “Pin” significa degustar con atención y sensibilidad; y “Cha” es, simplemente, té. Pero juntas no solo nombran una acción: invocan un estado de presencia, de escucha, de contemplación.
Un Pin Cha no es una cata cualquiera. Es detener el tiempo para encontrarte con un solo té, dejar que hable, que respire, que se despliegue a través de varias infusiones. Es mirar su color, oler sus cambios, escuchar cómo se mueve el agua en torno a sus hojas, notar cómo se transforma en tu boca… y en tu cuerpo.
En tiempos antiguos, esta práctica se daba en círculos íntimos, donde los sabios, artistas o poetas se reunían a compartir té como quien comparte poesía. No era necesario hablar mucho. Bastaba con sentir. Y aunque ha cambiado con el paso del tiempo, la esencia sigue siendo la misma: un momento de gran conexión con lo sutil.
Hay Pin Cha en Japón?
Japón tiene su propio universo ritual. El más conocido es el Chanoyu, la ceremonia del té matcha, una coreografía zen de gestos, silencio y vacío. Pero no es un Pin Cha. Un Chanoyu es una obra de arte total, en la que el té es solo una pieza más del puzle espiritual.
Más cercano al Pin Cha estaría el Sencha Dō, el “camino del té sencha”, mucho menos popular pero fascinante. Aquí sí hay té de hoja suelta, múltiples infusiones, y una atención muy fina al sabor, la temperatura del agua, el equilibrio… Alineado con el Gong Fu Cha chino.
Hoy en día, tanto en China como en Japón, el Pin Cha renace de manera más informal: catas, talleres, sesiones íntimas… donde lo importante no es la disciplina, sino la presencia, la curiosidad y el respeto por el té. Y eso es precisamente lo que a mí me enamora.
Pin Cha expandido y compartido
Y es de este modo como desde hace unos meses lo vivo con Artem: un encuentro semanal, sin normas estrictas, pero con toda la intención. Nos reunimos para degustar tés, uno o varios, a veces de la misma familia, a veces de orígenes distintos. Los servimos con cuidado, sin prisas. Observamos. Nos dejamos sorprender. Y luego hablamos: de lo que sentimos, de lo que despierta, de a qué nos recuerda.
No hay maestro de té. No hay protocolo. Solo hay personas, tés y conversación sincera. A veces reímos, otras veces callamos. Y siempre, siempre, salimos un poco más ligeros. Un poco más conectados.
Este es nuestro Pin cha expandido y compartido: un rito amable, una puerta abierta a la escucha y al descubrimiento. Y tú, ¿recuerdas la última vez que te detuviste a saborear algo de verdad? Si te apetece empieza probando uno de nuestros Tengoku Cha, no te arrepentirás.







