Cuando la dulzura cuenta historias
Hay momentos en el calendario que no solo marcan estaciones, sino que abren puertas simbólicas. El Festival del Medio Otoño, celebrado con especial intensidad en Hong Kong, es uno de ellos. Es una fiesta que nos invita a detenernos, mirar al cielo, compartir y dar las gracias.
Este festival se remonta a más de 3.000 años, a la época de las dinastías Zhou y Tang, cuando se rendía culto a la luna como símbolo de abundancia y equilibrio.
Sin embargo, fue durante la dinastía Song (960–1279) y especialmente la dinastía Yuan (1271–1368) cuando estos pastelitos adquirieron su forma más reconocible y su mayor carga simbólica.
Una de las leyendas vincula el nacimiento de los mooncakes con un episodio de resistencia secreta durante la dominación mongola. Según esta historia, el líder rebelde utilizó los pastelitos de luna para esconder mensajes secretos entre la población. Gracias a esta estrategia, el pueblo se organizó y logró derrocar a los invasores.
Hoy día, estos dulces son muy populares habiendo transpasado frontereas, representan la reunión familiar, el agradecimiento y el deseo de buena fortuna. Su corazón simbólico es la luna: redonda, brillante, completa. Y en torno se expresan gestos sencillos —ofrendas, dulces, infusión— que permiten que lo cotidiano se vuelva ritual.
Mooncakes y té
En la tradición cantonesa y hongkonesa, el té no es solo una bebida: es un lenguaje. Vertebra lo cotidiano y lo festivo, acompaña nacimientos y despedidas, abre las comidas, suaviza conversaciones, templa los ánimos y enmarca los gestos de hospitalidad. En celebraciones como el Festival del Medio Otoño, el té se convierte en un puente entre personas, generaciones y memorias, y aunque el protagonismo simbólico recae en la luna y los mooncakes, el té está presente como acompañamiento tradicional y gesto de hospitalidad.
Por eso, una propuesta de maridaje que respeta esa sensibilidad es celebrar un Gong fu Cha (Ceremonia china del té), con un Oolong de Anxi -Fujian-. De baja oxidación, con textura sedosa y notas florales —orquídea, tallo verde, crema— un té de perfil sensorial cercano al verde, que armoniza delicadamente con la intensidad salina de la yema de huevo de pato, tan característica de los mooncakes más tradicionales de Hong Kong.
Y podríamos continuar con un Shu Pu-erh (Yunnan), un té fermentado, oscuro y profundo, con matices terrosos y redondez madura. Con una calidez que abraza rellenos como la pasta de frijol rojo o los cinco frutos secos, potenciando el dulzor natural y equilibrando la densidad de los pastelitos.
Así, cada sorbo no solo acompaña, sino que transforma. Resalta lo que el bocado insinúa, revelándose dulce y té como un pequeño ritual de armonía.
Celebrar en comunidad ante la luna
Más allá de lo gastronómico, celebrar el Festival del Medio Otoño con té y mooncakes es una forma de cultivar el arte del encuentro. No hacen falta grandes gestos: basta con preparar la mesa, elegir un buen té, acompañar con farolillos, cortar los pastelitos en porciones y sentarse a compartir. Tal vez no todos estén físicamente presentes, pero la luna —en su redondez— nos conectará también con quienes están lejos.
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