Rituales: el color de lo cotidiano

¿Alguna vez te has preguntado por qué nos emociona tanto tirar el ramo de flores en una boda, o soplar las velas en un cumpleaños? Resulta que estos pequeños actos son mucho más que simples tradiciones. Son como llaves mágicas que abren puertas dentro de nosotros.

Carl Jung, ese sabio de la mente humana, decía que los rituales son: «como puentes secretos entre lo que pensamos y lo que sentimos en lo más profundo». Es como si de repente pudiéramos tocar esa parte misteriosa de nosotros mismos que normalmente está escondida.

Y no solo eso, Joseph Campbell, un estudioso que sabía mucho de mitos y leyendas, explicaba que los rituales son: «como guías en el gran viaje de la vida». Son esos momentos especiales que nos ayudan a pensar: «¡Acabo de pasar por algo importante!» y nos dan fuerzas para seguir adelante, como si fuéramos super héroes o heroínas de nuestra propia historia.

Pero atención, no pienses que hablamos solo de grandes ceremonias con túnicas y velas… A veces, los rituales más poderosos son tan simples como preparar una taza de té. Elizabeth Kübler-Ross, una mujer pionera en la psicología del duelo, con una gran compasión por los pacientes terminales y transformadora de los cuidados paliativos… en gran parte de sus procesos de acompañamiento se servía de la preparación ritual de un té.

Al final, grande o pequeño, cada ritual es como una pausa en el tiempo. Un momento para respirar con consciencia, para sentir con intensidad, y dar significado a este loco viaje que llamamos vida.

Rituales diarios: pequeños oasis en el caos

Imagina tu día como una loca carrera. Corriendo de aquí para allá, mensajes, llamadas, mil cosas por hacer. Ahora, ¿qué tal si en medio de ese torbellino tuvieras un botón de pausa? Eso son los rituales cotidianos.

No hablamos de nada complicado. Puede ser tan simple como encender una vela cada noche, (o cada x tiempo). No por la luz, sino por ese instante mágico en que la llama se enciende y tú piensas «Ahora es el momento».

¿Y si tomas un cuaderno y escribes lo primero que se te venga a la mente? Sin filtros, ni juicios. Tal vez dibujas garabatos que ni tú entiendes. O quizás cierras los ojos y piensas en alguien que quieres, como enviándole un abrazo mental. Lo importante no es lo qué haces, sino cómo lo haces. Con intención, con mimo, con presencia, como si fuera un pequeño tesoro en tu realidad.

Y no todo tiene que ser serio o formal. ¿Por qué no reírte un poco? Podrías dedicar tu ritual de la vela a todas esas dietas que juraste empezar «el lunes». O escribir en tu cuaderno «¡Otro día sin convertirme en un zombi!»… cuando te ríes de ti y contigo, la vida se vuelve más ligera, ¿no crees?

Tu propio ritual: un regalo para tu yo interior

Vamos a intentarlo. Mañana, antes de que empiece la locura del día, prepárate un té poniendo toda tu atención (vaaale, si eres de café, un café). Hazlo en silencio, lentamente, atenta a lo que estás haciendo. Respira suave y profundo y pregúntate: «¿Qué necesito hoy?». Tal vez la respuesta sea «paz», o «chocolate», o «que mi jefe se vaya de vacaciones». Lo que sea, pásalo a un papel (puedes escribir, dibujar, garabatear…). No importa el resultado tangible del final, lo significativo es el proceso y la sensación que te queda. Y si para recordarlo quieres identificar algo que te lo recuerde piensa en un objeto de anclaje y déjalo en un lugar visible, te ayudará a volver a ese estado.

Jung decía que «nuesto alma necesita rituales, tanto como nuestro cuerpo necesita alimento». Es como si le dieras vitaminas a tu espíritu. Estos momentos nos recuerdan que la vida no trata de hacer mil cosas, sino mas bien hacerlas desde el sentir.

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