Primera parada: sorprendida, Harrods ya no es lo que era. Islas de tés del mundo: africanos junto a marcas italianas, algún Matcha extraviado y Senchas aromatizados; al lado, cafés varios. Más allá, lineales y lineales con marca propia a base de “blend”.
Segunda parada: menaje y todo lo imaginable para preparar un English Tea en Whittard of Chelsea. El triunfo de los black y mezclas a “gogó…”
Tercera parada: The Tea House, más blends y presentaciones en envases transparentes, plástico y cristal; curioso…
Cuarta parada: The East India Company, color y combinaciones. Un Assam con canela sobreinfusionado, eso sí, una atención exquisita.
Quinta parada: British Museum, salón de té coreano. Nada como recrear los ambientes originales para propiciar una inmersión de realidad en la cultura del té.
Sexta parada: el Cutty Sark, uno de los legendarios clippers que en el s. XIX traían el té de la China. Magos alados del mar, propiciaron lo que se conoció entonces como «las carreras del té», en su afán por conseguir el primer té de la temporada.
Séptima parada: V&A, innumerables juegos de té de porcelana, cerámica, loza… no creo que la reina llegara a estrenarlos todos. Me quedo con éste, absolutamente femenino y victoriano.
Octava parada: Fortnum & Mason. Desde mi punto de vista el templo del té británico. A la cabeza el legendario Earl grey, un clásico de fragante bergamota.
Novena parada: 5:00 p.m. “Cream tea at The Wolseley“. Lujo decimonónico para una experiencia del té inglés en primera persona : “scones”, crema, mermelada, leche y azúcar, más un blend de la casa, el Wolseley, y el clásico black de Lord Grey.